Salir a fotografiar la ciudad es un ejercicio sin fin,
improvisado. El panorama frente al lente, el momento crucial que se construye
entre quienes vienen y van, se desconstruye en un instante y de forma tan fácil
como se armó. Incluso sin gente frente a la cámara, cada instante es un nuevo cuadro, una nueva construcción. Frente a mi ojo nadie ni nada se mantiene mas de un segundo, y en
lugares donde todos corren (de la casa a la pega o de la pega a la casa) nadie
se detiene a mirarte, lo que lo vuelve una forma muy cómoda de trabajar, mirar sin ser
mirado, fotografiando anónimos en el frío paisaje de concreto.
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